miércoles, 26 de abril de 2017

EL CACTUS Y SUS AMIGOS






Cada día, cuando amanece y sale el sol, el viento se levanta para llevar la humedad desde el mar hacia los cerros.
- Amigas plantas, les traigo agua. Le dice el viento.
- Gracias por empujar la humedad hacia nosotras, el agua nos nutre para poder crecer. Responden las plantas al viento.

Al finalizar el verano, una semilla de cactus cayó al suelo seco. La semilla rodó y rodó hasta una pequeña y o
scura cueva.
- ¡Qué sola estoy, no logro ver el sol!. Exclamó la semilla en la oscuridad de la cueva.

Pasó el tiempo y el invierno trajo a la lluvia que sobre los cerros cayó.

-¿Qué estará pasando?¡La cueva se está inundando!.

Tras la lluvia la semilla se sentía extraña.

¡Mi cuerpo se está alargando! Decía la semilla, mientras germinaba en busca del sol.
Primero le brotaron dos pequeñas hojas y luego de muchos, muchos años, en un gran cactus se convirtió.

Durante el día el cactus veía pasar al viento y por la noche la niebla cubría sus espinas. Sin embargo, el cactus se sentía solo entre las piedras del cerro.


¡Vengan aprovechen mi sombra que necesito compañía!. Grita el cactus.

Así, las hormigas, abejas, lagartijas y aves la invitación escucharon, al cactus se aproximaron y alimento encontraron.

La prim
avera llegó y el cactus floreció. También, otras flores nativas salieron entre la vegetación como las tupas, azulillos que colores al cerro le dieron.

Las flores cautivaron a colibrís, abejas y mariposas.

La flor del Chagual se elevó entre los cerros y sus mariposas en lo alto alimento alcanzaron. Ante tal explosión de vegetación, ratones, zorros y aves se aproximaron a la ladera del cerro.

El cactus estaba feliz, nunca imaginó que su sombra a tanta vida albergaría.

Un día el viento se detuvo para hablarle al cactus.
- Tu sombra es hogar de animales y plantas. Gracias a la vegetación, el agua se ha conservado y la aridez se ha alejado.
- Pero hay otros cerros cuyos arbustos el ser humano ha cortado y los animales sin hogar se han quedado.
- En estos lugares, sin vegetación, mi fluir es seco y desolado. Llora el viento.

Pero el cactus le responde:

- Querido viento, esperanza debes tener, ya que las aves me han contado que los niños a los cactus, matorrales y flores nativas han plantado y el desierto se ha recuperado.
                                                                        Gildo García

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