Soy la lluvia, reina de mis dominios. Lo tengo todo mojado, inundado. Los ríos desbordantes, los arroyos rugientes, las fuentes rebosantes .Todo bajo control. Por eso no di crédito cuando el viento, uno de mis diversos contrincantes, me dijo que hay un lugar lejano donde no existo, donde ni siquiera han oído hablar de mí. Es, según me dijo, el desierto.
Soy
la lluvia y estoy en un lugar inhóspito. El viento tenía razón aquí no existo,
sólo él, el sol y la arena. Este es mi reto, aquí comienza el desafío de mi
poder contra el poder de, esos, mis competidores.
Ayudada
por mis fieles súbditas, las nubes, he comenzado mi trabajo. Las gotas al principio caían con
miedo y desaparecían rápidamente entre las diminutas arenas, pero, poco a poco
han ido cogiendo confianza y han acabado desparramándose con poderío, imponiéndose y formando
pequeños charcos asustados, pues no conocían aquellas sensaciones que estaban experimentando por vez primera.
pequeños charcos asustados, pues no conocían aquellas sensaciones que estaban experimentando por vez primera.
Y allí, sin que
nadie se diera demasiada cuenta, ha ocurrido un hecho
inusual. Yo, la lluvia, he comenzado a
mezclarme con la arena y sus granos han comenzado a juntarse y a amalgamarse,
parecía que intentaban comprobar que ayudándose entre ellos, tenían más fuerza.
Mis contrincantes no se han quedado pasivos y el sol queriendo imponer su
fuerza ha tratado de inutilizar mi trabajo para retornar a la situación
anterior de sequia y aridez. Entonces el viento queriendo ayudar al sol ha
soplado sus ráfagas más intensas. Nunca se había visto nada parecido.
Intentando
imponer cada uno su diferencia, su diversidad, hemos conseguido algo nunca
visto, una forma alargada que quería parecerse a la figura de un humano.
Abrumados por lo
conseguido sin objetivo ni meta alguna nos hemos mirado pensativos, expectantes.
Hemos decidido volver a empezar. Yo mandando a las nubes que expriman su
líquido sobre las arenas; el viento soplando con fuerza y junto con el sol
tratando de anular mi trabajo. Y ha vuelto a suceder. Esta vez no hemos
desistido y todos hemos continuado con nuestro trabajo, intentar dominar a los
demás.
El viento
soplando con toda su fuerza ha horadado,
a ambos lados de la cabeza, dos
orificios, haciendo que su ulular penetrase en ellos. Ha sido él el que también
ha abierto otros dos huecos haciendo que todo el cuerpo se moviese rítmicamente
según entraba o salía por ellos. No sabemos quién ha sido el artífice de que
apareciesen dos puntos, brillando cuando se abrían, como piedras recién mojadas
por mí, (por eso creo que he sido yo aunque el sol dice que es él el que las
hace brillar). Las ondas, que el viento
materializaba en mis aguas, desarrollaban un movimiento rítmico en todo el
cuerpo. Y la espuma surgida de toda esta
actividad formaba unos hilillos suaves alrededor de la cabeza. Al fin los
truenos con sus descargas eléctricas dieron vida al pequeño ser.
B.A.
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